“No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta enmudeció la lira.
Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía”
Gustavo Adolfo Bécquer

viernes, 29 de noviembre de 2024

Torneo relámpago

 

TORNEO RELÁMPAGO

 

Corría el mes de febrero cuando, previo al retorno de la competencia oficial en la Federación Interdepartamental de Fútbol Amateur, el Club Recreativo Balompié decidió organizar un Torneo Relámpago de dicho juego. Para ello invitó a tres clubes más de la zona: Tómbola Sport Club (de Plaza Torcaza), Deportivo La Vigüela (de Villa Redecilla) y Club Atlético Cimarrón (de Monte Catita).

 

El “Relámpago” consistía en solo cuatro partidos (de allí su nombre): dos semifinales, definidas por sorteo, jugadas un día sábado y un cotejo por el tercer puesto y la final entre los ganadores sabatinos, para el siguiente día. Sin prórrogas, los partidos que terminaran empatados se definirían por penales. Pusieron una copa en juego, con la cual se alzaría el campeón, donada por unos chacareros de Villa El Cañadón, sede del club organizador. La misma era de acero inoxidable con base de madera, orejona y cerrada por arriba con un futbolista pateando un balón sobre su tapa.

 

A las 19 hs. de la tarde del sábado comenzó la competencia. No fue necesario acudir a los remates del punto penal, ya que ambas semifinales se definieron en los 90 minutos reglamentarios: Recreativo Balompié venció 1 a 0 a Tómbola Sport Club y Deportivo La Vigüela se impuso cómodamente al Atlético Cimarrón por 4 tantos contra 1.

El domingo, a la misma hora se jugó el partido que definía quién subía al podio: Tómbola doblegó a Cimarrón por 2 a 0.

Luego, ya anochecido, se disputó la finalísima entre el club organizador y La Vigüela. El partido fue tan parejo como aburrido y terminó como todos presentían… en los penales.

 

Eran aproximadamente las 23 hs. cuando, ya preparados los dos equipos para la definición, un corte general de energía eléctrica sorprendió al pueblo y a la región. La silbatina del público no se hizo esperar y los anfitriones debían resolver los pasos a seguir. Era muy engorroso posponer la tanda desde el punto penal, pero, pasados varios minutos, no había señales de un pronto restablecimiento del suministro.

 

En una reunión de urgencia entre las autoridades del club local y su rival, más el público presente decidieron utilizar las luces de los automóviles y camionetas ubicadas dentro del predio, detrás del tejido olímpico, para iluminar la cancha. Cabe aclarar que, al haber una sola tribuna lateral, muchos espectadores ingresan con sus vehículos al estadio y a veces, cuando las condiciones climáticas son adversas, ven los cotejos en modo “autocine”.

 

Luego de elegir el arco más “iluminado” para la definición, también permitieron el ingreso del público a las inmediaciones del área designada para que, con sus linternas y celulares, aporten más luz. El cura local mandó a su monaguillo a buscar unos cirios de gran tamaño a la iglesia y los colocó en derredor de la medialuna, para iluminar el sector de remate. Como el párroco era muy futbolero, muchos sospecharon que había alguna cuestión cabulera en torno a esos velones.

 

La flamante viuda de Sixto Maturano, hincha fanático del Recreativo Balompié, le pidió a un comedido que también lleve un cirio del velorio a la cancha. De este modo, Sixto estaría presente, alentando al club de sus amores. Fue ubicado en medio de la semicircular hilera.

Don Samuel Aimar corrió hasta su casa a buscar un antiguo “sol de noche” que guardaba en el galpón del patio. A dicho farol, al que Aimar consideraba una reliquia, lo encendieron y ubicaron sobre la línea final. A un par de metros del arco, en posición opuesta a la del asistente, iba a ayudar a éste a controlar los posibles adelantamientos y a definir hipotéticas jugadas controversiales en cuanto al total ingreso del balón en la valla.

 

Y así, de esta curiosa manera (todo era curioso en esa liga nada profesional), comenzó la tanda decisiva. Los ejecutantes se mostraron efectivos y llegaron al quinto penal para cada equipo con un empate en cuatro goles por bando. Allí apareció la “Araña Negra” Molina, arquero de La Vigüela, para detener el anunciado remate del “Gringo” Cucci.

 

Todo era euforia en la escuadra visitante, ya que estaban a un gol de quedarse con el “Relámpago”, y su correspondiente Copa.

Allí acomodó la pelota el “Fideo” Lucero, volante ofensivo de La Vigüela. No lo llamaban así porque fuera flaco, ni porque jugara como Di María. Su apodo se debía a la cantidad de platos repletos de esa pasta que consumía, lo que se notaba en su silueta.

No obstante, Lucero tenía una precisa pegada. Por ello, un hincha del Recreativo Balompié (Cosme Correa) recurrió a una sucia jugada para evitar la derrota…

 

Su coche se encontraba detrás del arco donde se definía el cotejo. Así fue que decidió pasar la luz del mismo de baja a alta, para encandilar al ejecutante en el preciso momento del remate. Dicha luminiscencia actuó como un improvisado laser y provocó un potente, pero desviado disparo del “Fideo”.

 

Quien no pudo festejar dicho yerro fue Don Samuel Aimar, al ver como el pelotazo destrozaba su artesanal “sol de noche”. Enfurecido, encaró a Lucero para pelearlo, mientras éste reclamaba por la jugada sucia que provocó el accidentado desenlace.

 

Allí se armó el tole tole. Mientras Don Samuel y el “Fideo” se tiraban piñas (más al aire que con destino certero), los hinchas visitantes lo bajaban a Correa a los sopapos de su automóvil. Por suerte, había varios efectivos policiales, acostumbrados a las refriegas de esta campechana F.I.F.A., y pudieron restablecer el orden. El árbitro, quien advirtió la patraña de Cosme Correa, invalidó la fallida ejecución y ordenó repetir el penal, ante las airadas protestas de los jugadores del Recreativo Balompié.

 

Como el “Fideo” quedó medio maltrecho tras la escaramuza, el técnico de La Vigüela cambió de ejecutante y lo mandó a “Pocavida” Vagnoli a patear el penal. Si Vagnoli ya era un flaco timorato de por sí, ni hablar de la responsabilidad que sintió al tener que definir el pleito en medio de ese clima enrarecido. Encima, cuando retrocedía tomando carrera de espaldas, alguien le grito: “¡Ojo con Don Sixto! ¡No lo vayas a voltear!” Allí se dio cuenta que el cálido aliento que sintió en la nuca no era de otro que del espíritu de Maturano, presente mediante la llama de uno de los cirios. Así fue que se le heló la sangre y salió despedido como una centella rumbo al punto penal…

 

Dicen los presentes que jamás “Pocavida” había pateado la pelota con tanta violencia. De puntín, la clavó arriba, al medio del arco, inflando la red y dándole el triunfo a la escuadra de Villa Redecilla.

 

Mientras la iluminación decrecía, al retirarse los hinchas de Balompié abatidos por la derrota, los visitantes festejaban bulliciosamente la consagración en el Torneo “Relámpago”.

El problema surgió en el momento de la entrega de la valiosa Copa de acero, donada para la competencia. Notaron, entre penumbras, que no había rastros de ella. Manos anónimas actuaron como un “relámpago”, precisamente, y se adueñaron de “la orejona” en medio de la noche.

 

La energía eléctrica, no retornaba. La luminaria artificial se acababa lentamente. En medio de esa engorrosa situación, la Comisión Directiva del Club Recreativo Balompié prometió buscarla a la luz del día siguiente. Dieron su palabra también, en caso de que el resultado fuera negativo, de adquirir otra similar.

Sucedió lo segundo (ni rastros del trofeo) y el club organizador debió “manguear” nuevamente a los colonos locales, para cumplir con lo prometido a los Campeones.

 

Pocos meses después, un vocal de la C.D. del Recreativo Balompié acudió al domicilio de Don Samuel Aimar, a pedirle prestadas unas herramientas. Pasaron al galpón y el directivo vio, sorprendido, la curiosa forma del nuevo “sol de noche” del dueño de casa…

 

Como base tenía una pequeña garrafa plateada. Sobre ella, una coqueta copa de acero inoxidable, adaptada para su función. A la altura de las orejas, parte del metal había sido reemplazado por un tubo de cristal que protegía a la camisa del farol…

Arriba, sobre la tapa, un futbolista pateando un balón recordaba al “Fideo” Lucero (aunque con varios platos de pastas menos) en el instante previo al destrozo del antiguo y artesanal “sol de noche” de Don Samuel.

 

Jorge Emilio Bossa

 

Primera Mención

Certamen Nacional de Cuento Breve “Gaston Gori” 2024

Sociedad Argentina de Escritores Filial Santa Fe

Santa Fe de la Vera Cruz, noviembre de 2024














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