EL HIJO DEL OTOÑO
Mayo es una
postal sepia adherida a los cristales de mi ventana. Sólo una hoja se atreve,
impertinente, a irrumpir en la quietud del paisaje. Su caída, mecida por la
suave brisa, parece una lágrima dorada precipitándose por las grises mejillas
de la tarde.
En mis manos, una
vieja edición de las Rimas de Bécquer se asemeja a la estación que hoy reina
por aquí. El marchito color de sus hojas y la tristeza del autor le dan todas
las características de la época. La única diferencia radica en que los
amarillentos papiros del libro resisten estoicamente el paso del tiempo. Se
niegan a caer. Allí el otoño se conserva inalterable entre dos tapas de cartón,
sin profusos desprendimientos.
Mientras tanto,
del otro lado de la lumbrera, el auténtico otoño no cesa su eterno deshojar.
Quizás sea ello un obstinado “me quiere, no me quiere” sin destinataria sabida
por nosotros. ¿Será la primavera, con su perdurable donosidad, la dueña de su
corazón? ¿Será ese amor quimérico el responsable de la congoja que nos
trasmite?
Retomo mi
lectura. El hijo del otoño, como lo acabo de bautizar, sigue enseñándome cómo
la melancolía y la belleza pueden ensamblarse en un solo poema…
Más allá, el
ventanal me recuerda que también logran hacerlo en una sola estación.
Jorge Emilio Bossa
Segundo Premio
Certamen Día del Lector 2021 “Las palabras: huellas eternas”, organizado por el
Grupo “Poetas Unidos.
Resistencia
(Chaco), 24 de Agosto de 2021.