OFRENDA
Domingo
por la tarde en el bar de la terminal de ómnibus. Son casi las seis. Afuera, el
viento de agosto comienza a calmar sus bríos mientras el sol cae en picada.
Adentro, decenas de personas se guarecen del fresco atardecer. La mayoría
aguarda el coche que lo llevará a su lugar de destino. Otros concurren allí
simplemente porque les agrada. Los rostros se mezclan en la multitud. Algunos
se enfrentan, café o aperitivo mediante. Otros concentran su mirada en los
televisores del local, repartidos entre un partido de fútbol de poca relevancia
y un canal musical.
En
un rincón casi íntimo, junto al ventanal, una mesa vacía parece estar fuera de
la atención de los parroquianos. Todos por igual ignoran el pasado y el
presente de ese sector del recinto. Nadie sabe que allí, hace un año, una joven
pareja se sentó por última vez después de un largo y complejo noviazgo. Se
despidieron de buena forma y con una promesa en los labios… la de volver a
verse en un año, si así lo deseaban. Sería en la misma fecha y a la misma hora.
Sería en el mismo escenario. Luego tomaron prudencial distancia, en tiempo y
espacio.
Pasaron
los días y los meses hasta que el invierno volvió con su vetusto equipaje. El
momento del eventual reencuentro llegó. Pero son casi las seis, la hora
señalada, y la mesa sigue vacía. El laminado de su piel atesora mil coloquios,
entre ellos aquel juramento. Su corazón de aglomerado se impacienta. No quiere
que esa historia quede trunca, como si les hubiera tomado cariño a sus
protagonistas. Es que tantas veces se sentaron allí, mientras esperaban el
vehículo que llevaba al novio de regreso a su pueblo. Se aislaban en ese rincón
para tener algo de intimidad, aunque sus últimas conversaciones ya no fueron
tan amenas.
De
pronto una joven baja de un ómnibus e ingresa al local. Es una de esas tantas
floristas que venden rosas en las confiterías de la ciudad. Antes de emprender
su habitual caminata decide saciar su sed con una gaseosa. Para ello se ubica
junto a la citada mesa, única libre, con su colorido equipaje. Una imagen viene
a su mente… allí se sentaba una parejita a la que les vendió una flor en un par
de ocasiones. También recuerda que en una oportunidad, hace varios meses atrás,
no se animó a acercarse a ellos. El gesto adusto que ambos portaban la inhibió.
Una
extraña sensación de melancolía la invade. Parece intuir lo que sucederá en
breve. Luego de beber su refresco, decide dejar sobre el mueble una de sus
rosas. Posteriormente se aleja del lugar.
Son
las seis en punto. Nadie acude a la cita. Un amor acaba de morir,
definitivamente. Una ofrenda floral lo evoca, en medio de la indiferencia,
sobre la mesa del bar.
TRAMPA
¡Socorrooo!!!
¿Alguien puede oírmeee??? Abro mi redonda boca lo más que puedo y nadie me
escucha. ¡Aquí en la bolsaaa!!! ¡Me secuestrarooon!!! Como estoy hecho de un
valioso metal seguramente pedirán un alto rescate por mí. ¡Qué oscuro que está
aquí! Necesito de la luz para lucirme. Necesito volver a mi trono. Aquí mi
brillo pasa desapercibido. ¡Auxiliooo!!! Un momento… me parece que ya estuve en
este lugar alguna vez. Sí, ahora lo recuerdo. Fue en el invierno pasado,
durante un buen rato, en un gélido día. En otras ocasiones ingresé aquí en
busca de un pañuelo. O de alguna de esas monedas baratas, que no son de oro
como yo. Pero nunca lo había hecho solo, sino con mis cinco inseparables
compañeros. ¡Inseparables hasta hoy! ¡Traidores! Vieron como sus semejantes me
arrancaban de ellos y no hicieron nada para defenderme. ¡Creí que eran mis
amigos! Sobre todo el más arraigado a mí que no opuso resistencia alguna... ¡Qué
oscuro está aquí! Me siento solo y tengo miedo. Necesito de la luz como la luna
necesita del sol… ¿Qué ocurre? Oigo gemidos. Unos me suenan familiares. Los
otros no. ¿Dónde diablos estoy? Intentaré asomarme a espiar… Mhhhh… Esos
cuadros… Esas cortinas… No las he visto antes. Nunca estuve en esta habitación
antiguamente. Allí está mi amo. Es la primera vez que lo veo desde un par de
metros de distancia. Es la primera vez que diviso esa cama. ¡Y ese espejo! ¡Y
esa mujer!… ¡Ahora entiendo! Esa ignota mujer… no sé cómo se llama. Pero su
nombre, seguramente, no es el mismo que llevo grabado en mi dorado corazón…
Jorge Emilio Bossa
Mención de Honor Género Narrativa
XXXV Concurso
Internacional de Poesia y Narrativa
“Hermanando Continentes
2013”
Instituto Cultural Latinoamericano