“No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta enmudeció la lira.
Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía”
Gustavo Adolfo Bécquer

domingo, 28 de junio de 2015

A mejor vida


A MEJOR VIDA

         De pronto, aquel amor a espaldas del sol se tornó noche oscura. Más que siempre, como nunca antes…
         La joven mujer llora a escondidas. Aquel hombre, el que despertó todos sus sentidos, el que le dio vida a su cuerpo adormilado, el que le arrancó la timidez de la misma forma que lo hizo con su ropa, acaba de morir. Pero no puede ir a despedirlo…
         Maldice su estrella una y otra vez. Jamás lo poseyó del todo. Él nunca estuvo a su lado en las fechas más importantes de su existencia. Pero cuando lo estuvo… La sacó de su gaveta como una marioneta inerte y le dio vida. Movió sus hilos y la hizo danzar al son de su sonrisa.
         Hoy todo es pasado. Un pasado cercano y feliz que se eclipsa tras las sombras de un presente cruel. Quiere tomar valor para asistir al velatorio. Desea darle un beso en la frente, acariciar sus mejillas y susurrarle un adiós al oído. Pero… ¿Ocupando qué lugar entre los deudos? ¿El de una amiga ignota para su familia? Tampoco quiere mancillar la reputación del extinto. Siente que es una injusticia tener que esconderse, como siempre lo hizo, y llora su doloroso secreto.
         Él fue más que un amante. Con algunos años más que ella le brindó consejos, contención y optimismo. Llenó su vida a cuentagotas, bajo la promesa de estar definitivamente juntos algún día.
         De pronto, ella intuye que ese día llegó. Está decidida a llevar a cabo su parte. Ya siente la gélida hoja de acero punzando su vientre. Pero no teme. Sabe que no está más fría que su cuerpo. Ese cuerpo que se retuerce por un instante para entibiarse, luego, con el rojo manantial. Rápidamente el dolor físico se lleva consigo el malestar anímico, hasta desaparecer ambos a la vez.
         Ahora sí puede ingresar a la poblada sala y escabullirse entre la multitud. Luego se arrima al féretro y roza con sus labios los labios de su hombre. Él despierta de su breve letargo y abandona de un brinco el inmaculado lecho. A nadie más que a ella esperaba en el recinto. Vuelven a abrazarse y besarse como tantas veces lo hicieron, pero esta vez sin ocultarse. Luego, como dos níveas palomas, inician juntos el vuelo.
         Cuando están por atravesar el techo, la joven se disculpa y vira hacia el sector principal de la sala. Suspendida en el aire se acerca a la compungida viuda. La mira fijamente. Una sonrisa mordaz y triunfal se escapa de su lozano rostro. Luego retorna raudamente hacia donde la espera su amado para perderse, juntos, en la eternidad.
         Un convidado, recién llegado al velorio, se acerca al cajón. Observa el cuerpo del finado y murmura en baja voz…
         “Pobre... ¡Pasó a mejor vida!”

Jorge Emilio Bossa

Mención de Honor Género Narrativa
XLVI  Concurso Internacional
Instituto Cultural Latinoamericano
“La importancia de la Palabra
Junín (Bs.As.), Junio de 2015


viernes, 12 de junio de 2015

Tras los muros, sordos ruidos...


06/06/15 – UN DÍA DE PASEO POR LA HISTÓRICA CIUDAD DE SAN LORENZO (STA.FE)…

































miércoles, 10 de junio de 2015

Echar a volar


ECHAR A VOLAR

         Selena intenta dormir. No puede hacerlo. Su madre, enfermera ella, se fue a trabajar y la dejó en manos del horror. La tormenta dibuja un intermitente fantasma rectangular en la pared de su cuarto. Los truenos intimidan con sus poderosos bramidos. Pero no son ellos quienes la atormentan. Los pasos que se aproximan a su habitación la estremecen más que los estruendos del cielo. La puerta se abre, como otras noches, y la figura que se recorta a trasluz es más tétrica que los relámpagos de su lumbrera.
         La niña se tapa la cara con las sábanas pero una voz, fingiendo ternura, trata de calmarla. Unas rudas manos descorren el velo y la acarician dulcemente. Pero esas manos queman su candorosa piel. Son las manos de un monstruo, la nueva pareja de su madre. Él la visita asiduamente, bajo amenazas, cuando se quedan solos en la vivienda. Selena soporta, en silencio, desde hace bastante tiempo la situación. Pero hoy ha decidido cambiar su suerte.
         El hombre comienza a abalanzarse sobre su frágil cuerpecito y a besarla. La chiquilla es un capullo arrancado antes de florecer, estropeado, pisoteado. Pero no puede hablar. Ya ni siquiera puede llorar. Ha perdido la sensibilidad. Mientras tanto, unos labios de ortiga acarician su cuello.
         Selena afloja su cuerpo y abre los brazos. Su victimario disfruta al creerla distendida, entregada. Ella introduce su mano derecha debajo de la almohada. Trémula después, la desliza suavemente sobre el colchón. En un instante, el cuerpo del depredador se encorva abruptamente. Su boca lanza un rojo gemido de dolor. Sus ojos se clavan en el rostro de la niña, empalidecido por los relámpagos y el estupor. El filoso cuchillo que el pervertido utilizaba en los asados acaba de desgarrar sus entrañas. Así como su virilidad antes desgarró las de la niña, avasallando reiteradamente su inocencia.
         Minutos después, Selena saca fuerzas de donde no tiene. Con ambas manos se quita de encima el cuerpo inerte, que pesadamente cae al suelo. Ahora sí podrá dormir. El bermejo manto que la cubre le es indiferente. Una inmensa paz la envuelve, evadiéndola del cuadro que la rodea. El trueno que estremece la habitación no logra arrancarle siquiera un parpadeo. Sus ojos se pierden en los fulgores del ventanal, hasta que el sueño logra vencerlos.
         Mañana, al despertar, Selena se dedicará a lavar y sanar sus alas. Aquellas que fueron heridas, por un cazador furtivo, cuando aún no había despegado del suelo.
         Mañana, con las alas renovadas, Selena podrá al fin echar a volar…

Jorge Emilio Bossa

Tercera Mención en Prosa
Certamen Internacional “Prof. Oscar Grandov”
Rotary Club San Genaro, 9na edición
San Genaro (Sta. Fe), Junio de 2015