“No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta enmudeció la lira.
Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía”
Gustavo Adolfo Bécquer

lunes, 21 de octubre de 2024

La nodriza

 

LA NODRIZA

 

El niño se levanta, pronto a partir hacia el colegio. La nodriza lo apura, mientras revisa que nada falte en su mochila. Él desayuna tranquilo, al verla ocuparse de todos los detalles. Ella lo mira y sus ojos se humedecen. Recuerda una historia no muy lejana…

 

Jessica es una noble muchacha, hija de una reconocida familia de un pueblo del interior. La joven heredó la educación y las buenas costumbres que sus padres le inculcaron. A los dieciocho años emigró a la capital provincial para continuar sus estudios.

Allí conoció a Román, un compañero en la universidad, oriundo del norte del país. El chico era simpático y atrevido, tan buen mozo como desfachatado.

Jessica quedó impactada con Román, y él no tardó en darse cuenta. Lo que siguió después fue una sensual cacería en la que el norteño usó todas sus armas para seducirla. Primero robó las llaves de su corazón. Luego, con ellas, abrió todos los cerrojos de su cuerpo. Jessica, en una noche, olvidó los mandatos que una chica de buena familia debía cumplir. Román le hizo tocar el cielo y el infierno con las manos.

 

Unas semanas después, la joven comenzó a tener un amargo presentimiento: una vida en su vientre, fruto de la pasión de aquella loca noche. Desesperada buscó a Román, pero ya no lo halló. Aquel muchacho no andaba bien en los estudios. Un rumor sobre la situación de Jessica fue suficiente para que partiera hacia su ciudad natal sin volver a dar señales de vida. Su parte no asumió.

Él la dejó muy sola sin nadie en quien confiar cuando ya no podía ocultar su pancita. Ella pensó en una drástica determinación, pero rápidamente desistió de la misma. No podía condenar a muerte a la única persona inocente en este asunto. Además, ya pesaba mucho su error para agravarlo aún más.

 

Consiguió empleo como franquera en un supermercado. Así, los días hábiles se dedicaba a estudiar y los fines de semana y feriados a trabajar. Con esa excusa, por unos largos meses dejó de ir a su pueblo. No quería mancillar el honor de su familia ni recibir reprimendas de parte de ésta.

Pasados el tiempo, a escondidas de quienes la pudieran juzgar, dio a luz a su bebé. Unas horas después, para no levantar sospechas, se dirigió a una clínica diferente a la que la vio parir y abandonó allí a su crío. “Que Dios te ayude” susurró en su oído. Le dio un beso y desapareció del lugar.

 

Sintió alivio cuando se enteró, por los medios de comunicación, que el huérfano bebé hallado en aquel sanatorio gozaba de buena salud y había encontrado un matrimonio que se haría cargo de él. Supo también que lo habían bautizado con el nombre Ángelo.

Cuando pudo disimular lo ocurrido, mientras disfrutaba de la licencia maternal en el supermercado, volvió a su pueblo. Adujo haber renunciado al empleo, cosa que hizo recién cumplido aquel beneficio laboral, por estar fatigada y añorar a su familia.

 

Pero la culpa, lentamente, comenzó a afectarla. Empezó a pesarle ese cargo de conciencia y a sufrir la ausencia de su hijito. Retornó a la ciudad, averiguó cuál era su hogar y cuando obtuvo una respuesta, comenzó a rondar frente a aquella vivienda. Necesitaba volver a verlo, se conformaba con eso, ya que no tenía argumentos para acercarse a él.

 

Una tarde de sábado, al pasar por el lugar, vio a una muchacha de una edad aproximada a la suya tocar el timbre de aquella casa. Una mujer abrió la puerta y la visitante exclamó: “Hola. Vengo por el aviso en el diario donde dice que necesitan una niñera”. Jessica quedó perpleja, pero reaccionó rápidamente y volvió sobre sus pasos… “Buenas tardes. Yo también vengo por el empleo. No encontraba la dirección”, dijo la madre biológica de aquel bebé. Había hallado la coartada perfecta.

La mujer hizo pasar a las dos y les presentó a su marido y al pequeño que necesitaba nodriza. Jessica alzó a Ángelo. Al tenerlo en sus brazos sintió que desfallecía. Su emoción y su llanto debió disimular. Fue tanta la ternura con la que lo trató que los padres adoptivos decidieron darle a ella el empleo. Jessica sentía que el universo conspiraba a su favor, pues encontró más de lo que buscaba. Se juró a sí misma no volver a dejarlo.

 

Pasados unos años, la joven consiguió su título. Ahora es una profesional. Por ello sus padres no entienden por qué sigue con ese trabajo tan básico. Ella argumenta haberse encariñado con el niño a cargo y su familia adoptiva. Aduce que dentro de poco tiempo prescindirán de ella y allí comenzará a dedicarse a esa carrera para la que tanto se preparó, que aún es muy joven y tiene una vida por delante.

Jessica ahora siente limpia su conciencia por haber reparado, en parte, su viejo error. Sonríe cuando le agradecen la dulzura con la que trata al niño y se avergüenza cuando escucha criticar a la madre sin alma que lo libró a su suerte. En esa casa la quieren como una más de la familia. Siempre confiaron en ella, saben que dejan a Ángelo en buenas manos. Más de una década lleva allí como empleada. Pero todo acaba un día…

 

Ángelo se coloca la mochila. Jessica le acomoda el pelo. Parten hacia el colegio. Será la última vez. El infante termina hoy la primaria. Ella le toma la mano, pretendiendo aferrarse eternamente a él. Ya le informaron que no la necesitarán más en esa casa, pero que podrá visitar al niño cuando lo desee.

Los nervios la consumen. Jessica sería incapaz de arrancar a Ángelo del hogar que lo rescató de su orfandad y le brindó todo su amor. Pero sabe que la hora de la verdad se aproxima y reclamará el protagonismo que le pertenece.

 

El papel de la nodriza llega a su fin…

 

Es hora de que a escena suba la mamá.

 

Jorge Emilio Bossa

 

Primer Premio Género Cuento

Décimo Concurso Literario Nacional "Día de la Madre"

Campana Amanecer Literario

Campana (Bs. As.), octubre de 2024






 


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