“No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta enmudeció la lira.
Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía”
Gustavo Adolfo Bécquer

viernes, 14 de septiembre de 2012

Un amor indeleble


UN AMOR INDELEBLE

            Siempre se encuentran allí, en el viejo hotel. La habitación 115 es de su exclusividad. Cada vez que los dorados dedos del sol resbalan por el azul cristal de la tarde, ella y él se preparan para una nueva cita. Cuando el astro rey finalmente se hunde en la ciénaga del ocaso, ellos reinician su danza febril.
            Nada los detiene. Ya nadie podrá hacerlo. Las añejas paredes del edificio son mudos testigos de un romance tan pasional como perpetuo. La humedad de las mismas no se compara con la de sus cuerpos. Esos cuerpos que vibran al son de cada beso, cada caricia, cada entrega voraz…
            Él siempre inicia el ritual. Ella se deja llevar. Ambos reinciden en el pecado del que nunca fueron absueltos. A pesar del alto precio que hace mucho tiempo pagaron.
            Cada noche la cita se repite. Indefinidamente. Como hace décadas. No necesitan estimulantes para avivar la hoguera que los devora. El tiempo se detuvo para ellos. No para el sitio que los alberga. Allí los muros lucen derruidos. El techo permite que cada lluvia se filtre sin permiso alguno. La maleza, desafiante, gana terreno entre las grietas de la construcción.
El abandono se adueñó del lugar. Para ello tuvo como cómplice a la joven pareja. Ellos se encargaron de ahuyentar a visitantes primero y a anfitriones después. Sus jadeos resultaron insoportables para los mortales que aún se animaban a atravesar el robusto pórtico de ingreso, luego de aquella trágica y lejana noche otoñal.
Con el paso de los años el hotel fue víctima de varios saqueos. Sus lujosos muebles, sus vistosos cortinados, su fina cristalería desaparecieron en gran proporción. Pero los cacos nunca se atrevieron a ingresar a la habitación 115. En ella permanecen, intactos, todos los objetos. Tal como quedaron aquel Viernes 13, marcado con sangre en los calendarios de la época.
Aquella vez un hombre, enajenado por los celos y el rencor, irrumpió en el cuarto. Estaba dispuesto a limpiar su honor. Una filosa hoja de acero le sirvió para ese fin. La misma laceró también la habitual serenidad del poblado, cuando un nuevo día nacía.
Los vestigios de la masacre aún permanecen, indelebles, en cada rincón del recinto. Tan indelebles como aquel amor. Porque el asesino no pudo con ellos, aunque creyó haberlo hecho.
 Los infortunados amantes fueron retirados en medio de la conmoción popular. Pero sus almas nunca abandonaron la habitación. Sólo se desvanecen cuando la alborada traspasa, indiscreta, los desvencijados postigos de su ventana. Invariablemente, al expirar el día, el encuentro se renueva.
Nada los detiene. Ya nadie podrá hacerlo. Si un día tiraran abajo el edificio, ellos, seguramente, continuarán su idilio entre la frondosa y silvestre vegetación del parque. Aquel que otrora luciera prolijo y poblado de flores y hoy es refugio de lechuzas que, con sus chistidos, al lugar lo hacen más maldito.
Mientras tanto ella y él siguen allí, en su invariable y noctámbula guarida, hasta que la claridad los desaloje una vez más. Cuando las noches son calladas, sus eróticos gemidos pueden oírse desde las inmediaciones del viejo hotel. Para espanto de algunos. Para envidia de otros.

Jorge Emilio Bossa

Tercer Premio Género Cuento Corto
I Concurso Literario  “Manuel Torres”
Santa María de Punilla (Cba.)
Septiembre de 2012

Publicado en la antología "LA VOZ DE MI PUEBLO"

junto a escritores de S.M. de Punilla
Editado por Artegraff (V.C. Paz, Cba.), Septiembre de 2012

Publicado en la antología "EN ALAS DE UN SUEÑO"

Ediciones "Mis Escritos" (Bs. As.), Diciembre de 2013







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