LOS OJOS DEL PUMA
Su cuerpo yace
inmóvil sobre el áspero ripio
de la calle que surca
el sereno poblado.
Como dos fríos
puñales sus ojos se han clavado
en los ahora esquivos
ojos de su asesino.
Aguijones de plomo su
tórax taladraron
y en él abrieron
torpes manantiales carmín.
Unos niños contemplan
ese penoso fin
al tiempo en que un
adulto suspira aliviado.
Pero esos pardos iris
que expiran lentamente
al hombre de arma en
mano le parecen decir…
“Yo tan sólo buscaba un sitio a donde ir
y por aquí pasaba inofensivamente”.
“Sucede que mi cuna, la verde cuna mía,
mi sitio en el mundo, mi extensa morada,
ahora está siendo brutalmente arrasada
en nombre del progreso y la economía.”
“Las máquinas llegaron con sus voces de trueno
y aquellas melodías sagradas de mi monte
han sido censuradas, callados sus cantores;
los mismos que hoy emprenden su triste derrotero.”
“Y yo, un viejo puma con su destierro a cuestas,
transitaba estas calles sin un rumbo preciso.
Mas no pensé siquiera en dañar a sus niños.
Tan sólo me detuve en busca de respuestas.”
“Observando sus rostros quería descifrar
por qué estos pequeños duendes de la ternura
cuando llegan a adultos, a edades maduras,
de toda su inocencia se logran despojar.”
“Y destruyen la flora y matan a la fauna.
Y a los pulcros azules los tiñen color gris.
Sólo falta que al día le opaquen su barniz
o a la noche le hurten su joyería de plata.”
“Y no entienden que el mundo es hábitat de todos
y quienes lo lastiman sólo se auto flagelan…”
Sintiéndose culpable,
el hombre interpreta
el mensaje de
aquellos enceguecidos ojos.
Y luego, arrepentido,
le promete a sus hijos
que venderá su arma y
les enseñará
a cuidar el ambiente;
antes de lagrimear
al ver al viejo puma
quedarse allí dormido.
Jorge Emilio Bossa
Primer Premio en
Poesía Libre
Octavo Certamen
Literario Regional
“…Arrojando palabras
al cielo…”
Estación Matilde
(Sta. Fe), Septiembre de 2013
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