“No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta enmudeció la lira.
Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía”
Gustavo Adolfo Bécquer

lunes, 30 de diciembre de 2024

Sopa de letras

 

SOPA DE LETRAS

 

Entonces… ¿Qué nombre le ponemos al club?

 

La pregunta, lanzada por Mario, uno de los fundadores de la naciente institución cuyana, quedó flotando en el aire. Ya habían decidido usar una camiseta azul celeste con una franja blanca en el pecho, similar a la bandera argentina, por su cercanía a la cordillera que fue testigo de la gesta sanmartiniana. También optaron por escoger un nombre patriótico y alusivo a dicha proeza. Pero… ¿Cuál?

 

Ángel, uno de los creadores de la insipiente entidad con prioridades futbolísticas, infló su pecho y vociferó: “Club Mutual Social y Deportivo Regimiento de Granaderos a Caballo del General José Francisco de San Martín y Matorras…”

“…Padre de la Patria y Libertador de América” agregó Omar, el poeta del grupo, para luego aclarar: “con una coma después de Matorras”.

 

Edgardo, el más serio del grupo, ironizó: “¿No les parece un poquito largo? ¿No quieren agregarle también Sociedad Anónima, al final?”

La respuesta de Mario no se hizo esperar: “Al fin y al cabo eso es lo que somos, si la guita la ponemos nosotros”.

 

Omar apeló a su memoria declamadora y “recitó” la propuesta: “Club Mutual Social y Deportivo Regimiento de Granaderos a Caballo del General José Francisco de San Martín y Matorras, Padre de la Patria y Libertador de América S. A.”

 

“Perdón, no quiero ser conflictivo, pero… ¿Los puntos también van a estar en la sigla?”, volvió a confrontar Edgardo.

Ángel retrucó: “Yo diría que no, para que no quede tan extenso”. “¡Sólo en Sociedad Anónima”, agregó Omar!

“Ah… ¡Menos mal que lo abreviamos un poco! -volvió a ironizar Edgardo- Acá lo anoté y saqué la cuenta: veintinueve palabras, una coma y dos puntos, o sea, ciento sesenta y siete caracteres con espacios… ¿Conformes? ¿O quedó alguna letra del alfabeto afuera?"

 

Mario acotó ilusionado: “Vamos a entrar en el libro Güines como el club del nombre más largo del mundo. O sea, ya tenemos un logro apenas fundados”. Ángel y Omar festejaron entusiastamente el comentario.

 

Edgardo no podía creer semejante delirio y volvió a satirizar: “¡Pobres relatores! Los imagino gritando… Goooooooollll del Club Mutual Social y Deportivo Regimiento de… ¡Cuando termine, los jugadores ya se estarán duchando!”

Ángel le respondió: “Basta con que digan ¡Gol de Regimiento! Al fin y al cabo, a la mayoría de los equipos se los identifica con una sola palabra… Boca, River, Central, Colón, Estudiantes… En esta zona tenemos al Club Deportivo Godoy Cruz Antonio Tomba y todos lo llaman ‘Tomba’ a secas, así que...”

 

“En vez de ‘sigla’, nuestro escudo va a necesitar un ‘siglo’. Un siglo de tiempo para leer lo que dice”, volvió a vociferar Edgardo, solitario en su postura ante el entusiasmo reinante.

Omar agregó: “Del nombre del club también podemos sacar el mote de nuestros futbolistas… Los Granaderos...”

 

Edgardo no quiso agregar ningún comentario más, por temor a que lo dicho sea incorporado al extenso apelativo de la institución. Resignado, terminó rindiéndose ante tamaña locura y aceptando lo que la mayoría decidió.

 

……………………………………………………

 

Pasaron veinticinco años de aquel histórico día fundacional. Hoy, “Regimiento” cumple sus bodas de plata. El equipo de futbol nunca pudo ser campeón, pero eso no afectó a sus creadores y simpatizantes… Total, si ganaran una estrella no tendrían dónde ubicarla, ya que su escudo quedó cubierto totalmente por el acrónimo que lo identifica.

 

Si bien continúan autoproclamándose con el mote de “Los Granaderos”, hace mucho tiempo que recibieron un apodo despectivo, gracias a la superpoblación de caracteres de su emblema…

“El domingo jugamos frente a Sopa de Letras”, dicen burlonamente los hinchas de su archirrival norteño, el Club Atlético General Martín Miguel Juan de Mata Güemes Montero de Goyechea y la Corte.

 

Jorge Emilio Bossa

 

Primer Premio Concurso “Letras de la Nueva Edad 2024”

SADE Filial La Plata

Mesa de Trabajo de Personas Mayores de la Universidad Nacional de La Plata

Instituto de la Nueva Edad de la Fundación Pro Humanae Vitae

La Plata (Bs. As.), diciembre de 2024





jueves, 19 de diciembre de 2024

Velorio ambulante

 

VELORIO AMBULANTE

 

El partido “Por Una Argentina Ética y Moral” (PUAEM) comenzaba a captar seguidores en todo el país, especialmente en una provincia litoraleña en la cual había conseguido la gobernación. Dentro de ella, en la ciudad de Trigales, se había afianzado firmemente para conseguir la intendencia el Dr. Dionisio Gattero. Era el candidato ideal, por su imagen impoluta dentro de la sociedad. Dionisio era un sexagenario profesional, honesto, esposo, padre y abuelo… La carta victoriosa del PUAEM.

 

Aquella noche de viernes en la que el Dr. Gattero murió, un mayúsculo problema se desató dentro de la incipiente fuerza política. No solo porque perdió a su principal referente, sino por cómo y dónde ocurrió el sorpresivo deceso. Cuando Ariadna, una joven trabajadora sexual, llamó desesperada al conserje del hotel alojamiento para avisarle que su acompañante había sufrido una descompensación letal, comenzó una odisea secreta sin precedentes en la ciudad.

 

El dueño del motel, Lázaro Duval, era amigo personal de Dionisio y simpatizante del PUAEM, por lo que su empleado no dudó en llamarlo a él antes de movilizar los medios de emergencia para la ocasión. Al corroborar que el cliente estaba muerto, no convenía que la familia del extinto ni la población se enteraran de lo ocurrido. Había que salvaguardar la imagen del Dr. Gattero y la de su partido político. La prostituta optó por desaparecer del mueble (o inmueble) antes que el finado.

 

Duval arribó rápidamente al local, ya cerca de la medianoche, pues vivía en las inmediaciones. No podía trasladar a Dionisio a su casa, porque estaba su familia allí. Además, podía ser muy sospechoso que el deceso se produjera justo en el domicilio del motelero de la ciudad. Entonces optó por llamar a dos camaradas de Gattero que vivían solos: Julio Infantini (soltero) y Lázaro Ortega (divorciado).

 

Cuando ambos arribaron, tuvieron que decidir, junto a Duval, a dónde llevar al muerto. Como el albergue estaba en las afueras de la ciudad, la decisión tenía que ser definitiva, ya que debían ingresar a la urbe sin despertar sospechas, aprovechando las horas de poco movimiento en las calles. Pero había un problema: desconocían el argumento utilizado por Dionisio ante su esposa, para saber a qué sitio trasladarlo. Para colmo de males, el celular de éste estaba bloqueado y no podían rescatar ninguna información. Debían coincidir con el destino de su “falsa” salida de casa.

 

“Hay que llamar a la esposa y preguntar por él”, sugirió Ortega. “¿Estás loco? -respondió Infantini- ¿Y si le dijo que se reunía con nosotros?”

A Duval se le ocurrió una idea brillante. Le pidió a su empleado que la llamara, ya que no conocía su voz, con un buen argumento…

 

- ¿Hola?

- Buenas noches. Disculpe la hora… ¿Ese es el domicilio del Dr. Dionisio Gattero?

- Sí, soy la esposa. Me asusta una llamada a estas horas de la noche. Por favor… ¡Dígame que no le sucedió nada malo a mi marido!

- ¡Eso quiere decir que él no está allí en este momento?

- ¿Qué pasó, por Dios???

- No se asuste, señora. Soy un empresario de la capital y necesito tener una reunión con su esposo a primera hora de la mañana. Es para aportar fondos para su candidatura a intendente. Me dieron su número de celular, pero no me atendió, salvo que esté equivocado. Por eso llamé a éste, el fijo.

- Veo difícil esa reunión. Él no se encuentra en la ciudad. Se fue a pescar.

- ¿A pescar? ¿A dónde?

- A Costa Bella…

- ¿A DÓNDEEE???

- OIGA… ¿POR QUÉ ME GRITA?

- Perdón, Señora. Sucede que mi celular no funciona bien. No escuché lo que me dijo y pensé que usted tampoco me escuchaba a mí…

- A Costa Bella se fue a pescar.

- Ese pueblo está como a 200 kilómetros de aquí.

- 180. Le paso su número de celular, para que verifique si es el que le dieron a usted y llámelo temprano. A esta hora debe estar durmiendo.

- Seguramente (y eternamente). Muchas gracias.

- Hasta luego.

 

“¿A DÓNDEEE???”, repitieron al mismo tiempo los tres compañeros de Gattero, cuando el falso empresario concluyó la llamada. “¿Y ahora qué hacemos???”, (unísono de los cuatro). “¡Urgente a Costa Bella, no queda otra opción!”, vociferó Duval.

 

Así se organizó el improvisado viaje. Marcharon Infantini y Ortega, los dos solitarios que no debían rendir cuentas a nadie, hacia el pueblo ribereño. El primero lo hizo en su coche particular y el segundo con el vehículo de Dionisio. Al difunto lo pusieron en el baúl, para no despertar sospechas, mientras pasaban los elementos de pesca que había en él hacia el asiento trasero (Gattero no dejaba nada librado al azar).

 

En el camino cargaron combustible en ambos automóviles y llegaron a Costa Bella a altas horas de la noche. Debían encontrar alojamiento antes del alba, ya que Dionisio ya olía mal, aunque oficialmente no había muerto todavía. Como no conocían el pueblo, tomaron rumbos distintos para ganar tiempo. Quien primero hallara un lugar, se lo informaría al otro. Ya habían planeado, para justificar el estado de descomposición, que durmieron en habitaciones diferentes y lo encontraron sin vida al llamarlo para desayunar. Eran, como buenos políticos, muy astutos…

 

Pero, a veces, no todo sale como se planea. Una camioneta de la policía que patrullaba las calles de Costa Bella vio en actitud sospechosa al coche del Dr. Gattero. Ante un posible “merodeo”, obligó al chofer del vehículo a detenerse. A Ortega le corrió un cubo de hielo por la espalda y no tuvo más remedio que obedecer.

 

- Buenas noches. ¿Me muestra su documento?

- Buenas noches, Oficial. Aquí lo tiene…

- Papeles del vehículo…

- Es de un amigo… Aquí están los papeles. (Ortega ya transpiraba)

- ¿Dónde está su amigo? (el policía ya dudaba)

- Esperándome en una cabaña. Vinimos a pescar. Fíjese… (dijo Ortega, mientras abría la puerta trasera).

- ¿Trae los elementos de pesca en el asiento de atrás? ¿No llevará pescado sin cumplir las condiciones sanitarias en el baúl, no? Necesito ver…

 

Al conductor no le quedó otra alternativa que abrir dicho sector del coche. Ya no supo cómo justificar la presencia del difunto. El valioso discurso político que solía tener desapareció en un instante. Ortega enmudeció. Justo en ese momento, pasó Infantini en su vehículo a pocos metros de allí. Empalideció cuando vio la escena y decidió huir disimuladamente. Nada podría aportar en el sitio de la detención y lo más conveniente era no quedar pegado. Además, alejado del pueblo podría pensar en cómo pedir ayuda.

 

Infantini se dirigió a una estación de servicio, fuera de Costa Bella. Allí, sin bajarse de su coche, comenzó a llamar a medio mundo. Ya no le importaba la hora ni si sus contactos vivían con sus familias. La situación era extrema. Mientras tanto, en el poblado ribereño, Ortega era conducido a la comisaría y Gattero a la morgue del hospital.

 

Cuando un fiscal se apersonó en la celda donde estaba el detenido, incomunicado, éste imploró:

- ¡Necesito hablar con mi abogado! ¡Puedo explicar lo sucedido!

- Va a tener que explicar bastante, sobre todo quién envenenó al Dr. Dionisio Gattero.

- ¿¡ENVENENADO!?

- Eso es lo que indican los primeros estudios sobre su cuerpo…

- ¡No puede ser!!!

- Qué usted circulaba en actitud sospechosa, a altas horas de la noche, en coche ajeno, con el cadáver de su dueño en el baúl… ¿Tampoco puede ser?

 

La situación de Lázaro Ortega era extrema. Decidió no emitir una palabra más hasta que los hechos se aclararan. Nada sabía tampoco sobre la suerte corrida por su camarada Infantini, pero no podía preguntar por él. Temía delatarlo si lo hacía. Mientras tanto, en el ámbito político del partido “Por una Argentina Ética y Moral”, las llamadas telefónicas y las noticias volaban por la oscuridad de una noche cada vez más cercana a su fin. Y llegaron a oídos del Dr. Carmelo Santana, gobernador y principal referente del PUAEM en la provincia.

 

Como la Capital estaba relativamente cerca de Costa Bella, el mandatario en persona arribó a la comisaría de dicho pueblo, con una boina inglesa y lentes oscuros para evitar ser reconocido. Ya enterado de todo lo sucedido, visitó al detenido en su calabozo. “Aquí llegó su abogado”, le dijo irónicamente un oficial a Ortega, al abrirle la puerta al gobernador. Se dieron un abrazo y Santana preguntó, afectivamente:

- ¿Cómo está, Ortega? ¿Tiene hambre, supongo?

- Hace varias horas que no pruebo bocado, Gobernador.

- ¿Le gusta el chupín? Es un plato típico de Costa Bella.

- Me encanta.

- Pero a estas horas sólo puedo ofrecérselo calentado, no recién cocido.

- No importa.

- ¿Y un vinito?

- Estoy muy agotado. Agua mineral nomás…

- Listo. Busque su auto y vamos para la cabaña que alquilamos, antes que amanezca. Ya ordenaré que la comida marche para allá.

- ¿Dónde está mi compañero Infantini?

- Despreocúpese, Lázaro. Julio ya está en Trigales, después de haber cumplido una trascendental tarea. Si no fuera por él, yo no estaría aquí y usted no estaría a punto de abandonar este claustro.

- Muchas gracias. Me tranquiliza saberlo, Gobernador…

 

Ya instalados en la cabaña alquilada para la ocasión, el propietario tomó los datos y la patente del vehículo de Ortega. Ya había asentado los del finado, quien esperaba en uno de los dormitorios que por fin le llegara la hora. Mientras tanto, Santana y Ortega dialogaban en el comedor, al tiempo que este último saboreaba el prometido guisado de pescado de río…

 

- Usted es un héroe, Ortega. Su valiosa colaboración sirvió para que podamos neutralizar la astuta jugarreta de la oposición…

- ¿Por qué “astuta jugarreta”?

- Ellos sabían que el Dr. Gattero, la carta triunfal del PUAEM, tenía debilidad por las chicas de la noche. Por eso mandaron a una desconocida a seducirlo. Digo esto porque el dueño del “mueble” no la había visto antes… Y por estas horas ya debe estar muy lejos de Trigales…

- ¿No lograron atraparla?

- Ni nos convenía tampoco. No hay ninguna denuncia en su contra. No podemos denunciar lo que “nunca ocurrió”.

- Pero hubo un homicidio…

- Por eso digo lo de “astuta jugarreta”. El sitio del crimen nos ató de pies y manos. Perdimos a nuestro hombre más valioso sin poder decir ni “mu”. Pero, por suerte, usted, Infantini, Duval y su empleado actuaron como un verdadero equipo y evitaron lo que hubiese sido un desastre político para nuestro partido. Ahora Gattero va a quedar como un mártir y vamos a poder tirarle su cadáver a nuestros rivales, algo que mucho se acostumbra en la política actual. Vamos a aprovechar el asesinato para nuestra campaña. En pocas semanas, una calle de su ciudad se llamará “Dr. Dionisio Gattero”. Todo ya está planeado…

- Pero igual perdimos a Dionisio y no tenemos a… quién… culpar… del… crimen…

- ¿Por qué vacila así?

- Muy simple. Si Gattero muere aquí, el principal sospechoso del crimen voy a ser yo ¿no?

- ¿Usted está loco, ja, ja? Tenemos que acusar a nuestros adversarios, no a un miembro del PUAEM.

- Ahora me quedo más tranquilo…

- Es preferible que usted sea una víctima y no un victimario.

- Otra vez no entiendo, Gobernador.

- Tuvimos que tomar una decisión extrema, urgente y dolorosa, pero créame que no había otra opción…

- Usted me marea. No sé si es por su verborragia o porque me cayó mal el pescado a esta hora, pero ya me duele el estómago, me siento aturdido.

 

“Lo siento, Lázaro, pero había que cerrar este círculo de alguna manera”, dijo Santana, mientras guardaba en una bolsa negra los restos de comida y bebida, los utensillos usados por Ortega y el trapo con el que él mismo limpió la mesa de la cabaña.

 

Con el aliento entrecortado y los ojos saltones, Ortega alcanzó a balbucear… “hijo de…” El mandatario, antes de marcharse con la bolsa y cerrar con una de las llaves la vivienda, le respondió: “Usted es un héroe, Ortega. Ya se lo dije. Le prometo que otra calle de Trigales va a llevar su nombre…”

 

Unas horas después, todos los portales informativos de la provincia y el país daban la nefasta noticia: “Dos dirigentes del partido Por Una Argentina Ética y Moral murieron envenenados en un pueblo costero, durante un viaje de pesca. El Gobernador denunció a la oposición por los cobardes crímenes y prometió agotar los recursos hasta esclarecer los hechos”.

 

Jorge Emilio Bossa

 

Primer Premio Género Cuento Categoría Mayores

XVII Certamen Literario de Cuento y Poesía "Alejandro Vignati" 2024

Municipalidad de San Andrés de Giles y Profesorado en Lengua y Literatura del Instituto Superior de Formación Docente N°142

San Andrés de Giles (Bs. As.), diciembre de 2024





El Jurado estuvo integrado por Virginia Cantón, Sofía Serrano, Julieta Juárez, Clara Pastorino Florio y Martín Esteban Banfi.


Escritores premiados:

 

* POESIA MAYORES *

1°: «La llama del escritor»: Guillermo Gustavo Martínez Torres (ciudad de Concepción, provincia de Tucumán)

2°: «El hombre de la calle»: Silvia Susana Arana (San Carlos de Bariloche, Río Negro)

3°: «¿Dónde estás?»: Ezequiel Caminiti (Rosario, Santa Fe).

1° Mención Especial del Jurado: «Piedras» Gisella Noelia Ferrer (Río Cuarto, Córdoba)

2° Mención Especial del Jurado:

«Nina» Sebastián Néstor Martini (CABA)

 

* CUENTO MAYORES *

1°: «Velorio ambulante»: Jorge Emilio Bossa (San Francisco, Córdoba)

2°: «Felicidad instantánea»: Lelia Musa (General Alvear, Mendoza)

3°: «Papeles» Santiago Clement (Godoy Cruz, Mendoza)

1° Mención Especial del Jurado

«Citas circulares»: Sixto Cristiani (Argentina)

2° Mención Especial del Jurado

«El solitario canto del campo»: Facundo Santiago Seara (Córdoba)

3° Mención especial del Jurado

«Que Dios te salve, María»: María Sofía Catulo Frangella (CABA)

Dirección de Cultura SAG