“No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta enmudeció la lira.
Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía”
Gustavo Adolfo Bécquer
domingo, 28 de junio de 2020
miércoles, 24 de junio de 2020
martes, 16 de junio de 2020
Primera derrota (segunda publicación)
PRIMERA DERROTA
Tomás acomoda el balón en el punto
penal. Éste parece pesar tanto como sus pies, sus cansados pies. Añora aquellos
partidos a los penales en los albores de la escuela primaria. No porque siempre
ganaba, sino porque no tenía la obligación de hacerlo. Añora también esas
tardes en las que jugaba “a la pelota” en el baldío próximo a su casa natal. Le
gustaba gambetear. Ni siquiera le molestaban las patadas de sus ocasionales
rivales, hartos a veces de tanta humillación. Él solía reír a pesar de los
revolcones que le hacían dar.
Ahora todo es distinto. Cada jugada
es como la ruleta rusa… Ganar o perder, matar o morir. Cada fallo del árbitro
es motivo de protesta, insultos y alguna que otra escaramuza, sobre todo a cargo
de los mayores.
El penal decide su destino a cara o
cruz. No solo porque su equipo saldrá campeón si lo convierte sino porque será
“un looser”, como dice su exacerbado padre, si yerra. También está latente la
posibilidad de una importante transferencia a un club grande de la capital o
del exterior, para continuar su carrera en las divisiones inferiores.
Tomás hoy no tuvo un buen partido.
Lució errático, nervioso ante tanta responsabilidad. Camina hacia la medialuna
y piensa que, si pudiera elegir, preferiría que otro ejecute la pena máxima.
Sabe que si falla echará por tierra toda la gloria que le auguró su progenitor,
además de soportar sus duras recriminaciones.
Tomás fue campeón en todas las
categorías donde jugó. Pero si esta vez no mete el gol, perderá ese reinado. Y
está solo con su alma, a doce pasos de la definición del partido y de su
carrera deportiva. La valla parece contraerse. El arquero, agigantarse…
Los exitistas de siempre imploran que
Tomás continúe en la senda triunfal. Nadie sabe que este chiquillo, de tan solo
doce años, ya sufrió su primera derrota…
Hace mucho tiempo que perdió su
niñez.
Autor: Jorge
Emilio Bossa
Distinguido con el Primer Premio Género Prosa en el Concurso
Literario “Premios Farfalla” 2015, organizado por la Familia Trentina de
Rafaela (Santa Fe). Tema: La niñez.
Publicado en el libro de cuentos y relatos “Trampa”,
de Jorge Emilio Bossa, impreso en La Imprenta Digital de Florida (Buenos Aires)
y presentado en 2018 en el Museo de la Ciudad de San Francisco (Córdoba).
Adaptado y publicado en el libro "Cambridge IGCSE
- Español como Primera Lengua" por la Editorial HODDER EDUCATION (Londres-
Inglaterra), compilado por Carina Balbo, Simon Barefoot y Mónica Morcillo Laiz
en 2020.
jueves, 11 de junio de 2020
La pajarera de Ariana (Segunda publicación)
LA PAJARERA DE ARIANA
Emilio era un joven
comerciante que tenía, junto a su esposa Jorgelina, una pequeña despensa. La
misma era fruto de una indemnización laboral.
Pero ambos no habían sido
enmendados por tener una hija de once años que era la mismísima piel de Judas.
Ariana, la niña en cuestión,
era una regordeta con el sol en sus cabellos, la miel en sus ojos y un centenar
de estrellas rojizas en el firmamento de sus mejillas. Ella les sacaba canas
verdes a sus progenitores. Era inquieta, traviesa y rebelde… Un huracán con
forma humana.
No era esa la única
preocupación de aquel matrimonio. Además, y a menudo, no cerraban las cuentas
del negocio… No coincidía la suma de ingresos anotados en un cuaderno con la
recaudación del día.
Consultada sobre el tema,
Ariana solo atinó a responder pícaramente, mientras hundía la cabeza entre sus
hombros: “¡Habrá una rata ratera en casa!”
Pero una tarde, cuando a
primera hora Jorgelina había salido de compras, Emilio comprobó la dolorosa
verdad. El comerciante sorprendió a su retoño con las manos en la masa… O,
mejor dicho, en la caja...
“¡Aaah! ¡Eras tú,
ladronzuela! ¡Eres tú la rata ratera!” Con una mano sujetó enérgicamente la
muñeca derecha de la niña y con la otra quitó el billete de cincuenta pesos
hurtado recientemente. Ariana colgaba en el aire. Luego arrojó el dinero sobre
el mostrador. Cuando se disponía, colérico, a cerrar el asunto con una bofetada
sonó la campanilla de la puerta de la despensa. La misma fue para Ariana como
la campana que salva a un boxeador a punto de besar la lona. Al ver que una
clienta ingresaba al local, Emilio soltó a su hija. La misma huyó raudamente
hacia su casa, anexa al comercio.
La inoportuna clienta era
otra pequeña que así saludó al comerciante:
- ¡Hola!... ¿Está Ariana?
- ¡Está castigada! ¿Qué
quieres?
- ¡Quiero conocer su
pajarera!
- ¿Mi qué?
- ¡La pajarera de Ariana!
- ¡Mi hija no tiene ninguna
pajarera!
- Entonces… ¿Dónde guarda sus
pájaros?
- ¿Sus qué?
- ¿Usted es sordo o tonto? ¿Le tengo que repetir todas las preguntas?
¡Hablo de los pájaros que Ariana compra en la veterinaria de mi papá!
Emilio no entendía nada. No
podía creer que dos chiquillas se hubieran encargado de arruinarle la diáfana
tarde que se disponía a disfrutar. Mientras intentaba no perder la calma, giró
su cabeza hacia el interior del recinto y gritó: “¡Ariana, ven para acá!”
Su hija siempre escuchaba las
conversaciones detrás de la cortina plástica de la puerta interior. Por ello
demoró sólo un par de segundos en acudir al llamado. Mientras bajaba la vista,
escuchó la pregunta de su padre: “¿De qué habla esta mocosa?”
“¡Mi nombre es Jackeline!”,
respondió enérgicamente la visitante.
“¡Está bien! – Emilio cerró
sus ojos y respiró profundo - ¿De qué habla Jackeline?”
Ariana levantó la vista con
timidez, algo no habitual en ella, e inició el siguiente diálogo…
- Papá, ¿recuerdas que hace
unos meses vino un circo a la ciudad?
- ¡Sí! ¡Y mi abuelo era
bibliotecario! ¿Qué tiene que ver…?
- Tiene mucho que ver, papá.
Tú fuiste una de esas personas que alzó su voz contra ese circo por tener
animales salvajes en cautiverio. Me aconsejaste que no acudiera a él porque
esas personas lucraban a costa del encierro de las fieras. Luego me dijiste que
si los seres humanos amamos tanto la libertad, no tenemos derecho de privársela
a los animales.
- Recuerdo eso que te dije,
pero aún no me contestaste.
- Bueno… Cuando voy al
colegio, siempre paso frente a la veterinaria. Me da mucha pena ver que en la
vidriera hay muchas jaulitas con pájaros prisioneros. Entonces, un día comencé
una campaña de liberación. Con mis ahorros, más algo que la “rata ratera”
conseguía en la caja, iba a ese negocio y compraba una de esas aves. Le pedía
al veterinario que me prestara la jaula. Luego me dirigía a la plaza que está
aquí a la vuelta, abría esa celda, tomaba al pajarito con mis manos, le daba un
beso y después lo liberaba. Si quería, se podía quedar en esa plaza. De lo
contrario, era libre para volar hacia donde quisiera.
Ariana cerró su relato diciendo:
“Hice eso varias veces, pero no conseguí que se acabaran los que están
prisioneros en esa vidriera”.
-Por supuesto, hija. El padre
de Jackeline los repone comprando otros y tú lo ayudas a ganar dinero con ese
negocio.
Ariana, furiosa, se dirigió a
la visitante: “¡Entonces tu papá es tan malo y desalmado como los dueños de
aquel circo!” Jackeline, avergonzada, huyó del lugar.
Emilio abrazó y besó a su
hija. Luego le dijo: “Entiendo tus buenas intenciones, pero debes aprender que
el fin no justifica los medios”. Al volver Jorgelina al hogar, su esposo le
contó lo sucedido. La madre también aconsejó a Ariana: “Recuerda que robar es
muy feo. Además… Nunca podremos liberar a todos los animales cautivos”.
Un rato más tarde se oyeron
bocinazos que provenían de la calle. Ariana, inquieta como siempre, corrió a
ver lo que sucedía. Regresó a los gritos: “¡Papá! ¡Mamá! ¡Afuera está la
camioneta de la veterinaria, cargada con todas las jaulas y los pájaros
adentro!”
Toda la familia salió a la
vereda. En el vehículo estaba Jackeline con sus padres. El veterinario expresó:
“Mi hija me contó lo que hacía Ariana con los pájaros que yo le vendía. He
decidido sumarme a su campaña… ¡Vamos a la plaza!”
Emilio cerró el negocio. A
los pocos minutos todos estaban en el espacio verde. Allí procedieron a abrir
las jaulas y a hacer así una suelta de aves. Las mismas echaron a volar en
distintas direcciones y a diferente altura. Una algarabía multicolor rodeaba a
esos seres humanos que reían y gritaban dichosos.
Aquella plaza se había
transformado en una enorme jaula con verdes y frondosos barrotes y un infinito
techo azul. Algunos pájaros se posaban en el suelo o en alguna rama cercana.
Otros optaban por tomar rumbos desconocidos. Todos gozaban de una inusual
libertad.
Ariana, con su amplia sonrisa
hundida entre el centenar de estrellas rojizas de sus mejillas, se dirigió a
Jackeline: “¿Querías conocer mi pajarera?… ¡Acabas de hacerlo!”
Autor: JORGE EMILIO BOSSA
Distinguido con el Segundo
Premio Género Cuento en el “Segundo Certamen Internacional de Literatura
Infantil escrita por adultos” de Ediciones Mis Escritos de Buenos Aires en
2015. Publicado en la Antología de cuentos infantiles “Travesuras” de la misma
editorial.
Publicado en el libro de
cuentos y relatos “Trampa”, de Jorge Emilio Bossa, impreso en La Imprenta
Digital de Florida (Buenos Aires) y presentado en 2018 en el Museo de la Ciudad
de San Francisco (Córdoba).
Utilizado para actividades
escolares en la Escuela Primaria “Julio Argentino Roca” de San Francisco, con
la realización de fanzines por parte de los alumnos en 2019.
Presentado por la Biblioteca
Popular “Mariano Moreno” de San Francisco en el “Centro Cultural Córdoba” en el
marco del “Festival de la palabra”, previo al “VIII Congreso Internacional de
la Lengua Española”, realizado en la Ciudad de Córdoba en 2019.
Adaptado y publicado en el libro "Cambridge IGCSE
- Español como Primera Lengua" por la Editorial HODDER EDUCATION (Londres-
Inglaterra), compilado por Carina Balbo, Simon Barefoot y Mónica Morcillo Laiz
en 2020.
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